El Desafío de la Cafetera


El Desafío de la Cafetera



El día de Juan había comenzado con el pie izquierdo, o más precisamente, con un pie tropezando con el borde de la cama y el otro deslizándose en un charco de café que había olvidado limpiar la noche anterior. Ahora, con la frente arrugada por el dolor y el pijama manchado de café, se enfrentaba a su peor enemigo: la cafetera.


Decidiendo que era demasiado temprano para más desastres, Juan se acercó cautelosamente a la máquina, como si fuera un animal salvaje listo para atacar en cualquier momento. La cafetera, por su parte, parecía estar esperando ansiosamente su próximo movimiento.


“Esta vez, no me vencerás”, murmuró entre dientes, tratando de recordar el complicado ritual de botones y ajustes que había olvidado desde la última vez que había logrado hacer café sin inundar la cocina.


Con manos temblorosas, Juan intentó seguir las instrucciones en la etiqueta de la cafetera. Presionó un botón, luego otro, y finalmente escuchó el sonido reconfortante del agua comenzando a calentarse. “¡Ahí vamos!”, exclamó con una sonrisa de triunfo mientras agarraba una taza.


Pero justo cuando pensaba que la victoria estaba cerca, la cafetera decidió jugar su carta final. El agua caliente comenzó a gotear lentamente desde el borde del filtro, ignorando por completo la taza que Juan sostenía con impaciencia.


“No, no, no”, murmuró, tratando de detener el goteo con una toalla de papel. Pero sus esfuerzos fueron en vano, y pronto se encontró con una mesa cubierta de café derramado y una taza vacía.


“¿Por qué, café, por qué me haces esto?”, se lamentó, sintiendo que la tragedia del café derramado era un reflejo perfecto de su vida en ese momento.


Decidiendo que era hora de un enfoque diferente, Juan abandonó la cafetera y se dirigió hacia el armario donde guardaba su reserva de café instantáneo. “Hoy es un día para las medidas desesperadas”, se dijo a sí mismo mientras preparaba una taza de café con una cucharada extra para darle ese impulso tan necesario.


Con una mezcla de resignación y determinación, Juan se sentó a tomar su café instantáneo, sabiendo que aunque el mundo pareciera estar en su contra, al menos podía contar con una taza de café caliente para sobrevivir al día.

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